Crónica de una leche anunciada

  La lactancia materna es un tema que a todas las madres y futuras mamás preocupa enormemente.

No importa si decides hacerlo o no, o si quieres pero no sabes cómo, siempre es algo angustioso al principio, sobre todo por el exceso de información, la avalancha de consejos (muchas veces bien intencionados, pero casi siempre agobiantes), la carencia de asesoría profesional y de apoyo familiar/social.

En esta entrada te contaré cómo fue parte de mi proceso de inicio a la lactancia, en relación a la popular bajada de la leche. Espero que al leerla te sientas conectada con mi experiencia y, de ser el caso, te animes a intentarlo.



Desde que estaba embarazada, estaba clara en que quería amamantar a Gael, así que busqué información y apoyo para estar “totalmente preparada" desde el primer día.

Cuando tenía 7 meses de embarazo, hice un curso de Introducción a la Lactancia Materna 1 en el que aprendí algunos lineamientos básicos que me ayudaron a sentirme un poco más segura con lo que estaba haciendo, o por lo menos eso pensaba al salir del curso.

Luego seguí investigando con algunos links que me proporcionaron, viendo videos en YouTube y leyendo mucho.

La lactancia materna es un proceso natural, y como todos los procesos del cuerpo, requiere T-I-E-M-P-O. Tanto para la madre como para el bebé ocurren ajustes fisiológicos y psicológicos que no reconocemos hasta pasado el parto, e inclusive mucho después.
 

El génesis de la lactancia

 El día del nacimiento de Gael pasamos la noche y el día siguiente casi completo en la clínica; durante ese tiempo y pasadas más de 24 horas del parto, nunca vi que saliera leche. Estuvo calmado y feliz mientras estuvimos en la habitación, nunca lloró, ni lo noté incómodo.

En algún momento, un par de horas luego de que POR FIN lo llevaron a la habitación y estuvimos juntos, una enfermera muy amable me preguntó si conocía cómo debía amamantar o si tenía alguna pregunta y me ayudó con la postura para que me sintiera más cómoda.

Ya sabía que al principio la producción de leche tardaba unos días en iniciar y que solo se produce calostro esos días, pero cuando nos dieron de alta las dudas empezaron a atacarme:

¿Será que le dieron tetero cuando estuvo en la unidad de cuidados del bebé y por eso no ha llorado de hambre aunque "no salga leche"?

¿Tengo que comprar fórmula para tener en casa?

¿Lo estaré alimentando bien?

¿Estará satisfecho?

¿Y si le da hambre en casa cómo hago, si no sé si estoy produciendo leche?

Todo un bombardeo de inseguridades e ignorancia de mami primeriza :)

Antes de salir de alta me acerqué a la unidad de cuidados del bebé, donde Gael pasó cuatro horas después del parto (por culpa de un neonatólogo muy lento ocupado y escazas guardias en diciembre) y unas dos horas durante la noche. Le pregunté a la enfermera que lo atendió si le habían dado tetero mientras estuvo ahí y me dijo que a menos de que la madre lo autorice expresamente no le daban tetero a los bebés y que si él se notaba cómodo y calmado era porque mi producción de leche estaba ¡a toda marcha!

Me fui con mi gran sonrisa de mamífera orgullosa, nos tomamos la respectiva foto con el arbolito de navidad de la clínica para los abuelos y a casita.


La primera noche en casa

  Esa noche... fue... terrible. Todo estaba revuelto: las miles de sensaciones por estar en casa con un nuevo miembro de la familia, las hormonas arrebatadas post parto, el útero recogiéndose a su tamaño original, con tanta o más fuerza que durante el parto, el instinto a mil con cada sonidito mínimo que escuchaba durante la noche, y a todo esto súmale la angustia de que "¡todavía no sale la leche!"

  Esos días Gael durmió muchísimo (como cualquier recién nacido) y la tarde del tercer día me comenzaron a molestar los pechos. De nuevo tenía mi sonrisa de mamífera orgullosa “¡Ahora sí!", pensaba "¡A comer si ha dicho!"

Pasadas dos horas él seguía dormido y mi sonrisa se había perdido en el mismo lugar donde estaba mi cordura: tenía cada pecho del tamaño de un melón, dolían, estaban calientes, y por más que las masajeara no salía nada, ¡ni una gota de leche! En ese momento me di cuenta de que no importa cuánto haya leído, a cuántos grupos de apoyo haya asistido o cuántos videos haya visto, NADA podía prepararme para esto.

Empecé a llamar y escribirle a mi asesora de lactancia, pero en vísperas de navidad y por complicaciones familiares no pude contactarla sino hasta la semana siguiente.

Revisé mi libreta donde tomé notas durante el curso y mi playlist de videos en YouTube-

Google era mi mejor amigo.

Me puse el extractor manual de leche a ver si lograba “hacerla salir”.

Llamamos a cada pediatra conocido que estuviera disponible un 25 de diciembre.

Lo único que me ayudó fue una compresa caliente, masajes súper dolorosos, una laaaarga ducha de agua tibia y mucha compañía, apoyo y paciencia del padre de la criatura.

Ya no dolía tanto, pero ahora mi preocupación ni siquiera era que saliera la leche, sino que estaba tan hinchada que el peque no podía prenderse correctamente del pecho para tomar. Lloró muchísimo, esa noche fue incluso peor que la anterior y yo me sentía terrible, la peor madre. Tan empeñada en el "temita de la lactancia" que ni siquiera compré fórmula para mi hijo y ahora el pobre estaba pasando trabajo por mi culpa. Todos en casa se empezaron a angustiar y a preguntar cada vez más insistentemente si ya había mamado.

Cuando logré apartar esos pensamientos mutilantes de mi cabeza todo mejoró, como una neblina que se disipa de repente. Me reconecté con mi instinto, con mi bebé y con la misma naturaleza que me ayudó a traerlo al mundo.

Comencé por inventar una frase, que le decía a Gael cada vez que intentábamos que tomara teta: “Con caaalma, tranquiiiilo, con pacieeeencia” y a acariciarlo para tratar de calmarlo ¡Eso ayudó muchísimo! Claro que todavía tenía hambre, la impaciencia lo hacía llorar y eso me angustiaba, pero estando los dos calmados al menos todo se veía más solucionable.

Poco a poco él iba aprendiendo cómo hacerlo y yo iba aprendiendo cómo ayudarlo, sosteniéndome el pecho con la mano que tenía libre. Para el día siguiente Gael ya pudo comer bien y la leche comenzó a fluir ¡los pechos se me desinflamaron inmediatamente apenas logramos hacerlo!

Fueron días muy angustiantes, sí, pero la firmeza y determinación de nuestra decisión de amamantar exclusivamente nos ayudó a sobrellevarlo y no recurrir a la fórmula infantil como alternativa para aliviar la tensión del momento.

Vamos, que si el peque se hubiera estado desnutriendo aceleradamente o llorando sin parar todo el día obviamente la fórmula era un recurso viable, pero este no era el caso.

Mi recomendación para cualquier madre que quiera lactar a su bebé es esa: mucha fuerza, firmeza, y paciencia ¡Pide ayuda! a tu pediatra, a tu asesor/a de lactancia, a tu familia, a tu pareja. No te dejes doblegar ante presiones de ningún tipo. Si el bebé llora pues ayúdalo a calmarse y mantén tú también la calma. No estás siendo mala madre, estás adaptándote a un proceso fisiológico y el bebé está aprendiendo a alimentarse. Claro que toma tiempo, claro que es frustrante, pero al final vale muchísimo la pena :) 


Cuéntame cómo fué para ti el inicio de la lactancia, ¿Cuáles eran tus mayores dudas? ¿Quiénes te apoyaron durante el proceso? ¿Cómo lograste superar la presión y el miedo?
 

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